Cada ley que se promueve resulta en menores derechos para el individuo. Somos por tanto partidarios de menos estado y más autonomía y soberanía personal, siendo conscientes de que este grado de libertad implica disciplina y responsabilidad individual.
Somos ciudadanos privados, y como tales el estado no debería saber apenas nada de nosotros. Sin embargo, ellos son sirvientes públicos y por ende deberían existir mecanismos para que rindan cuentas a los ciudadanos a los que supuestamente representan. Mecanismos que desgraciadamente no existen.
Basta con observar cómo pretenden que demos explicaciones de cada transacción que hacemos mientras que por ejemplo nuestros expresidentes tienen yates y mansiones de lujo, que de ninguna manera están justificadas por su nivel de ingresos oficiales. Es sencillamente el mundo al revés…
«Todo lo que dice el Estado es mentira, y todo lo que tiene ha sido robado» (Friedrich Nietzsche).
Abogamos por un marco legislativo y fiscal que promueva la proliferación de empresas, como fuentes de generación de riqueza. No queremos un futuro con un puñado de mega corporaciones que se repartan todo el pastel, sino millones de emprendedores y pymes que sean capaces de prosperar con su esfuerzo y sacrificio, sin tener que depender de las migajas que le provea un estado corrupto y totalitario.
Observamos con estupor como buena parte de nuestros políticos se dedican a enfrentar a diferentes colectivos, destinando ingentes cantidades de recursos a combatir dramas que ellos mismos se encargan de agudizar.
A mayor drama, mayor rédito político y más dinero se embolsan aquellos que se supuestamente lo están combatiendo.
“Para saber quién te gobierna, sencillamente averigua a quién no se te permite criticar” (Voltaire).
El diálogo abierto y honesto entre las partes implicadas es la única forma de llegar a la verdad. Cuando gobiernos y medios utilizan la censura y la cultura de la cancelación, se escudan en que lo hacen por el bien común y para proteger la democracia. En verdad, lo único que están haciendo es dejar en evidencia lo siguiente: si no se puede debatir no es ciencia, es propaganda.
Quieren romper la familia tradicional y la identidad nacional para convertirnos en seres neutros, adormilados y pasivos ante amenazas internas y externas.
Desgraciadamente vivimos en un mundo en el que hay que resaltar esta obviedad. Dentro de unas décadas cuando se estudie este periodo la gente se preguntará “¿en qué demonios estaban pensando?”.
¿Qué te parece que se sugiera a niños pequeños que igual no pertenecen al cuerpo que tienen? ¿Eres de los que creen que niños de cinco años deberían recibir educación sexual donde se habla de cosas como sexo anal? ¿Qué opinas sobre las declaraciones de una de nuestras ministras que decía literalmente que «los niños pueden tener relaciones sexuales con quien les dé la gana«?
Son solo algunos ejemplos del adoctrinamiento al que están expuestos nuestros pequeños. Si estás a favor de estas prácticas, tenemos algo que decirte: ¡aquí no te queremos!
Los modelos económicos planificados de forma centralizada han fracasado todas y cada una de las veces en las que se han tratado de implementar. Y esta vez no va a ser diferente…
La tierra no es de quien la trabaja sino de sus legítimos dueños. Sin embargo, el dinero sí debería ser de quien lo trabaja. Desde hace 5 décadas vivimos inmersos en un experimento monetario llamado dinero FIAT, que significa por decreto. Es decir, nuestros políticos crean dinero de la nada para llevar a cabo sus respectivas agendas mediante la compra de votos. ¡Esta es la verdadera causa de la inflación!
Sin entrar en más detalle, simplemente te pregunto lo siguiente: Si aún estuviéramos en un patrón oro y el estado tuviera un cofre lleno de este metal: ¿Crees que lo regalaría a diestro y siniestro para llevar a cabo todo tipo de sinsentidos? Dado que la respuesta es obvia, la siguiente pregunta es: ¿por qué lo hacen entonces? Muy sencillo, porque en realidad no es dinero, es deuda.